El Nocturno
de la estatua es un ejemplo excelente de cómo el poeta usa el lenguaje para
llevar al lector a un estado de ánimo muy específico; Villaurrutia transforma
el poema en una experiencia y nos obliga a distanciarnos de una respuesta
marcada por la costumbre. La comunicación de significados, afectos y estados de
ánimo se lleva a cabo por una serie de elementos usados con gran maestría. Es
bien sabido que los ejes temáticos recurrentes en la obra poética de
Villaurrutia son la soledad, la muerte y la angustia; en este poema se dan
perfectamente los tres.
Como punto de partida trataremos la
estructura. El recurso más importante del poema es el paralelismo. Recordemos
que este se define, según H. Beristáin, como ‘‘una relación equidistante o simétrica
que guardan entre sí las estructuras repetitivas de los significantes y/o de
los significados’’. En este caso el
paralelismo ocurre en dos aspectos fundamentales: en la ilación de frases y en
el metro.
Pensando en la ilación de frases dividiremos
el poema en dos secciones, donde los primeros seis versos forman la primera
parte. Los dos versos del principio ejercen una gran fuerza hacia el campo
semántico del mundo onírico. Se empieza con una reduplicación e inmediatamente
después se establece un ambiente irreal donde impera la angustia:
Soñar, soñar
la noche, la calle, la escalera
y el grito de
la estatua desdoblando la esquina
Irreal porque el grito de la estatua endereza la esquina, el
paisaje, es decir, pone de manifiesto algo originalmente invisible –como las
ideas freudianas acerca del sueño y el subconsciente–. La deconstrucción,
además, contribuye a la mezcla de realidades, decir desdoblando la esquina nos hace recordar una realidad común que se
transforma; la frase popular ‘‘doblar la esquina’’ adquiere un nuevo sentido. El
primer verso es un claro aviso de las herramientas usadas por Villaurrutia en
el poema: el paralelismo, la repetición, la mezcla de realidades; todo esto tiene
la finalidad de obligarnos a experimentar una visión concreta del mundo.
Los versos que van del 3 al 6 enfatizan, junto con los dos
del inicio, el deseo frustrado de comunicación con otro ser; expresan el deseo
del hablante y la irrealidad insufrible que lo aqueja. El uso de verbos solo en
infinitivo dota al poema de cierta generalidad, ambigüedad; hay un
distanciamiento entre la realidad concreta y el poeta. Es imposible, para él,
asir algo que le brinde certidumbre –la sinestesia resulta evidente en esta
sección–. El carácter etéreo del sueño se plasma con el uso del lenguaje de
forma muy eficaz. La gradación en los sustantivos avanza de lo concreto a lo
abstracto (estatua-grito-eco-muro-espejo), además de posee una curva dramática
evidente:
Correr hacia
la estatua y el encontrar sólo el grito,
querer tocar
el grito y hallar sólo el eco,
querer asir
el eco y encontrar sólo el muro
y correr
hacia el muro y tocar un espejo.
Quizá al leer muro
pudiéramos pensar en un rompimiento de la gradación pero es todo lo contrario. Esta
palabra, al mezclarse con la conduplicación, agrega contraste y enfatiza el
final: lo hace mucho más dramático. Por otro lado, espejo, no debe tomarse en un sentido literal sino como un símbolo.
Claramente, aquí, las figuras de dicción son la piedra angular, principalmente
las que se construyen con la repetición.
En la
segunda sección (los versos del 7 al 13) se hace hincapié en el esfuerzo fracasado
del poeta por tener algún tipo de comunión con otro ser. De nuevo, los verbos son
el elemento cardinal pero ahora, en vez de infinitivo, contienen, de algún modo,
a la estatua y esto le da un estado emocional más elevado.
Hallar en el
espejo la estatua asesinada,
sacarla de la sangre de su sombra,
vestirla en un cerrar de ojos,
acariciarla como a una hermana imprevista
y jugar con
las fichas de sus dedos
y contar a su
oreja cien veces cien cien veces
hasta oírla
decir: estoy muerta de sueño.
Si en la primera parte se mantienen intactos los alejandrinos
–combinaciones de heptasílabos acentuados en la segunda y sexta sílaba con
otros al estilo de Darío: tercera y sexta– ahora tenemos un desarrollo hacia
versos más cortos; el empleo del endecasílabo y el octosílabo representan un
pequeño valle rítmico, un reposo que volverá a elevarse con los últimos dos
alejandrinos y una nueva ilación de frases. El cambio en el metro y los verbos
resalta la curva dramática general del poema y aunque la concatenación se
mantiene el contraste resulta acertado.
La
persecución del poeta tiene su final en las palabras de la estatua, en realidad
lo deja más solo que al principio. La frase estoy
muerta de sueño dramatiza aún más la búsqueda y su fracaso, transforma toda
la escena en un acto vulgar. La frase representa la concreción del tema: la muerte.
Villaurrutia transforma el sueño en una alegoría y nosotros revivimos su
angustia. En el poema hay conciencia, conocimiento puntal de la causa y efecto;
dudo alguien pueda juzgarlo como resultado de la escritura automática.
Beristáin, Helena. Diccionario
de retórica y poética. México: Porrúa, 2004
Montes de Oca, Francisco. Teoría
y técnica de la Literatura. México: Porrúa, 2006.
No hay comentarios:
Publicar un comentario