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Rose Two moons of coal hold the aroma of the brown dream of his mother's eyes. Twice the love has given in her its petals o...

sábado, 19 de octubre de 2013

Un ensayo sobre El deseo postergado de Mario Bojórquez



mario bojórquez mural

Sobre El deseo postergado de Mario Bojórquez, un poema que arde

Al leer El deseo postergado uno se enfrenta a los dones del arquitecto incendiario cuya obra escuece, como en las tragedias griegas, en el íntimo venal humano. Un ahogo espiritual está manifiesto desde la vibrante lápida:

Redacto estas palabras para mi inmolación
Las escribo para no olvidar cuán justo es el fiel que marca lo pesado
Y que no hay consuelo posible para aquel que dirige su tajo en cuello         propio […]

Quede aquí por lo pronto
El canto de alguien que no supo
Vivir como deseaba[1]

Después de apartarla del resto del poemario sobresalen dos bloques temáticos: el juicio y el enfrentamiento melódico (canto-contracanto). De aquí se desenvaina la larga raíz emotiva del libro. Son los rieles por donde avanza el fulminante arsenal retórico bojorqueano. Los poemas están agrupados por una similitud psíquica, por el campo semántico y no por un cambio de la enunciación discursiva. La polarización, el bello oxímoron que es El deseo postergado, florece alimentado por una metamorfosis degradante: el amor deviene en odio, la esperanza en una certidumbre de naufragio, la alegría en ese sabor insondable y conocido de la tristeza.

Para acercarnos a su significado conviene, como primer paso, detenernos un poco en la estructura. Las secciones, enumeradas cronológicamente, remiten a un juicio: Lápida, Canto, Querella, Dictamen, Edicto, Contracanto, Autos, Laudo y Adenda. Cada una de esas nueve saudades es abierta con un epígrafe de Hugo Vidal y el primero de los cantos con otro de Francisco Cervantes. Estas referencias son indispensables porque multiplican el valor del poema. La intertextualidad producida por Bojórquez restaura un orden entre esos dos poetas.

En los poemas del Canto[2], la primera sección, hay alusiones firmes hacia lo inaprensible –cuyo símbolo por excelencia es el aire–, hacia el desvanecimiento de la materia, la invisibilidad del sonido:


I

…Que allende el río
Donde la ciudad reposa con luciente escafandra
Donde soñé algún día volver para quedarme
Se van desvaneciendo los deseos
Y de mí sólo queda una vaga sustancia que no me nombra ya…


II

…Con la brisa bordeando
Su hoja espiritual
En el surco de llamas
Abriéndose […]
Con su fruto amargo
Su corazón de aire
En el cielo apretado


III

…Pareces
Una sombra
Que se mueve
En el aire



Este elemento unificador de la sección no impide, claro, su aparición en otras secciones –este elemento se comporta como las isotopías propuestas por Greimas–.[3] En laQuerella hay un acercamiento al agua y sus derivaciones:

DICES que el amor es una fruta artera
Una pulpa de sangre en boca codiciosa
Que es mentira que alegra corazones de sapo
En lluvias prisioneras…
—–
COMO si lentas costas en mar embravecido
Te dejaran al puerto la única salida
Y de tu baja sombra el pie en la orilla
Mordiendo una esperanza de fallido naufragio…
—-
…Cada hachazo en la corva
El tajo que afilado te sangra en la muñeca
La amargura del vaso en tus labios de almendras…


Una reducción similar del resto de las secciones arroja que el Dictamen remite a la mentira; el Edicto al sueño, la muerte; el Contracanto a la alegría; los Autos al miedo, la postergación; el Laudo al regreso, los ciclos; la Adenda al devenir del tiempo, el pasado. Temas por excelencia, todos estos, de la poesía universal.


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http://circulodepoesia.com/nueva/2013/08/sobre-el-deseo-postergado-de-mario-bojorquez/